Resulta difícil definir qué es la belleza, puesto que es un concepto muy subjetivo y que depende de variables culturales, étnicas y de modas, haciendo que los conceptos cambien a lo largo del tiempo y de la geografía.
Pero básicamente, y excepto modas temporales que busquen subvertir o romper tendencias anteriores y que suelen ser de corta duración (el ejemplos más actual de ello sería la excesiva valoración de la delgadez en la mujer, responsable de la fuerte incidencia de la anorexia ahora mismo), la belleza la podríamos definir como la existencia de un equilibrio en las proporciones. Al menos, como cirujano plástico, esta es la preocupación primordial de mi actuación, y aquello que me da los mejores resultados.
Si una mujer carece de pecho o lo tiene excesivo, se encuentra desproporcionada y pedirá aumentarlo o reducirlo para sentirse cómoda con los patrones estéticos actuales. Una nariz demasiado grande desequilibra una cara, y las facciones quizás resultarán muy agresivas, incluso en un hombre, si no se corrige ese defecto. Una nariz demasiado pequeña, sea por accidente o congénita, tampoco resulta atractiva, y tendremos de corregirla haciéndola más grande: En una palabra, más proporcionada, más equilibrada.
Hemos hablado de que los patrones de belleza varían, y encontramos un ejemplo en la fuerte incidencia de un problema estético que nunca había existido hasta ahora: la mal llamada celulitis, o acumulación de grasa en los muslos y nalgas femeninas. Aquello que a lo largo de la historia ha sido generalmente un atributo favorable desde el punto de vista estético (fuera de las exageraciones, volvemos al concepto de equilibrio), se ha convertido en un estigma que debe eliminarse.
Y como que los que trabajamos para mejorar el físico de las personas no podemos dar la espalda a los cambios en los esquemas estéticos (a pesar de que no podemos experimentar con ellos, como hacen pintores, escultores o modistos), hemos inventado maneras de eliminar esa grasa localizada y dar a esa región anatómica unas proporciones más de acuerdo con los cánones actuales.
Pero el concepto de equilibrio, en cirugía estética, va mucho más allá que unas proporciones estrictamente físicas de medidas en centímetros. También hay, y es lo que encuentro fundamental, el equilibrio entre lo que se puede hacer y el resultado previsible (a veces aquello que podemos conseguir no justifica el sufrimiento o el riesgo asumido), y el equilibrio de los medios empleados, también en relación al riesgo y el resultado previsible: Por ejemplo, una liposucción hecha en cualquier lugar que no sea un quirófano de una clínica tiene un altísimo peligro de complicaciones gravísimas, y no compensa el abaratamiento del coste con el que pretenden justificarlo los que lo hacen.
El equilibrio, en cirugía estética, lo ha de tener el cirujano plástico, que ha de saber aconsejar o desaconsejar al cliente con la máxima responsabilidad, y también el propio paciente, que ha de saber distinguir aquello que se puede o no conseguir y cuál es la forma más segura para su salud, que a menudo no es la más fácil. Sólo así podremos conseguir resultados satisfactorios sin sobresaltos.