La ley del deseo

Unido a los más básicos instintos, la atracción física entre personas, es el proceso cerebral de donde surgen el deseo, las fantasías o la seducción, entre un remolino de sensaciones que hacen estremecerse. Y es que el flirteo también tiene sus códigos y sus pautas.

Igual que se estudia el rito del cortejo de una especie animal para un documental, los científicos han querido intentar hacer lo mismo con los seres humanos, encontrándose una serie de rituales no verbales que se repiten en la seducción.

Las dos personas implicadas se miran fijamente durante unos breves segundos, ni tan poco que parezca una mirada fugaz, ni tanto como para llegar a incomodar a la otra persona. Una vez pasados estos intensos instantes las miradas se retiran. El proceso se vuelve a repetir hasta que uno de los dos es capaz comenzar una conversación.

Otro gesto muy habitual, es el de tocarse el pelo. Acercar las cabezas es un síntoma evidente de que se han gustado, por lo que las distancias dejan de ser una barrera, se trata de un gesto de confianza, una primera aceptación. Las mujeres suelen pasarse la lengua por los labios varias veces de manera inconsciente. Los hombres por su parte, colocan una mano sobre la mesa boca arriba, dando a entender su buena voluntad. Finalmente y de manera casi accidental surge el contacto físico.

El cortejo humano

El flirteo no deja de ser un periodo en el que una persona busca saber positivamente que la otra reúne los requisitos necesarios para comenzar el tipo de relación que se desee. Para las mujeres, la inquietud suele ser si el hombre merece realmente la pena como para mantener una relación sexual con él. Los hombres, más radicales e indefensos ante el poder de su testosterona, sólo piensan en realizar el coito.

A pesar de lo evolucionado en el campo de los anticonceptivos y de que para la mayoría de los seres humanos el sexo no tiene una mera función reproductora, las mujeres siguen teniendo presente la posibilidad de un posible embarazo, lo que las hace más selectivas. Esto también tiene su base biológica para los investigadores.

Deseo biológico

Un embarazo no deseado, y lo que es peor, un embarazo no deseado con una persona no adecuada, condiciona de forma involuntaria la atracción física. Algunos investigadores han llegado a condicionar la atracción por una fisionomía masculina diferente dependiendo del ciclo menstrual en que se encuentre la mujer.

El doctor austríaco Karl Grammer, después de observar el comportamiento de jóvenes en las discotecas, ha llegado a la conclusión de que las chicas en fase folicular, y por lo tanto, con altas posibilidades de quedarse embarazadas, prefieren chicos con unos rasgos fisionómicos simétricos. Esta simetría es un síntoma de un sistema inmunológico muy sobrio, que otorga menos posibilidades de contraer enfermedades.

Otros estudios muestran como las mujeres en su ciclo de alto riego de embarazo, se sienten más atraídas por hombres con caras marcadamente masculinas, decantándose por rostros más suaves cuando el riesgo disminuye. Este alto riego, también condiciona el prototipo de los rasgos viriles para relaciones pasajeras, siendo el gusto más estable a lo largo del ciclo menstrual y cuando se busca pareja estable.

El deseo en el cerebro

Las emociones sexuales más primitivas y básicas, se generan en el diencéfalo, el sistema límbico, regula las sensaciones de placer y la inhibición de la conducta erótica. Pero es el córtex lo que diferencia la conducta sexual humana de la de los animales.

El córtex o corteza cerebral, es un tejido neuronal, que si bien poseen todos los mamíferos, en los humanos se encuentra mucho más desarrollado. El cerebro bañado por las hormonas sexuales junto a los órganos genitales, condicionan los deseos eróticos, la capacidad de seducir, la estimulación…

La seducción se trata sin duda de uno de los juegos más practicados, en el que existen unas reglas y pautas de comportamiento. Esta especie de atracción irrefrenable depende a su vez de otra infinidad de factores como los culturales y sociales.